La Bañista soy yo, Claudia

Que descubrí hace tiempo que una de las formas de la felicidad tiene el aspecto de una barra de jabón. Que después de tantos años sigo enamorada de mis jabones y mantengo la ilusión al formular las recetas, al elegir los ingredientes, que me despierto en la noche para ir a ver un molde que está curando y los corto y empaco con una sensación que sólo puede describirse como amor.

Porque un jabón de La Bañista entra en nosotros por todos los sentidos: por la nariz con los aromas más deliciosos, por los oídos con el sonido que hacen la crema y las burbujas que aparecen cuando los frotamos entre nuestras manos, por los ojos porque si los han visto saben que son preciosos, por el tacto con sus texturas y suavidad, y por supuesto, por la piel. (Por el gusto no pues, no se pasen. Confieso haberle metido un mordisco una vez al jabón de chocolate. No lo hagan. Sabe a jabón).

Pero La Bañista son también ustedes, ustedes bañistas que experimentan la misma alegría que ella al recibir uno de sus jabones y usarlo. Se hace con amor, se entrega con amor, se recibe con amor, se usa con amor. Ese es el círculo perfecto que hace que la hora del baño sea muchas veces uno de los mejores momentos de nuestro día.

¿Quiénes somos entonces? La Bañista somos todos. Y por eso, GRACIAS.